Por Sara Cuervo
“La mayor gloria no es caer, sino levantarse siempre”. Nelson Mandela
Desde tiempos memorables, Colombia ha sufrido diversos conflictos, y es que sin duda en medio de la riqueza y diversidad que nos rodea, es imposible que no existan las diferencias, creo que el desafío radica en que amar las diferencias requiere de nuestra madurez.
Y con esa palabra madurez no quiero decir que la sociedad colombiana no sea una sociedad madura, sin embargo luego de la firma del acuerdo de Paz en Colombia para el año 2016 con resultados y perspectivas divididas, las banderas de que nos guste convivir en Paz no han sido las que más se ondean, pues es que en medio de tanta diversidad, la lectura de lo que es la Paz para un país como el nuestro, debe hilarse fino si es desde las ciudades o desde el campo.
Para colocar una delimitación en lo que el artículo se enfocará, su base parte del término de Paz asociado a un tema de bienestar y estabilidad, de manera que no pretendo crear en que nuestras pequeñas acciones logremos ser el país de las maravillas constructor de la Paz plasmada en el acuerdo.
Es así como el enfoque va más hacia una reflexión de nuestro día a día, porque aunque no lo creamos las actividades que realizamos en la cotidianidad construyen y fortalecen la paz independientemente de nuestra perspectiva política, cultural e incluso religiosa.
Ser luchadores incansables por la Paz creo, requiere mirar nuestras diferencias con admiración y colocar en práctica esa frase popular de “construir sobre lo construido”, manteniendo en nosotros la idea de que las hazañas nos hacen merecedores de los mejores éxitos y que en ultimas no nos pertenecen a nosotros sino al entorno, a las nuevas generaciones a cada parte de nuestro territorio que merece vivir la paz con frutos de reconciliación.